Ven a las Islas Baleares y vive en Formentera
Esta pequeña isla mediterránea es una de las verdaderas joyas de España, un pequeño rincón del mundo donde las arenas blancas se encuentran con las aguas turquesas y la vida transcurre a un ritmo más lento y elegante. Sin aeropuertos, sin multitudes, solo un puñado de tranquilas carreteras que conectan pequeños pueblos y playas secretas. Esa es la belleza de Formentera: sencillez, paz y la sensación de haber encontrado un lugar que el tiempo no ha tocado.
Con solo 82 kilómetros cuadrados, Formentera es la más pequeña y meridional de las Islas Baleares. Junto con Ibiza, forma parte de las Islas Pitiusas. La isla se extiende a lo largo de unos 20 kilómetros, estrechándose hasta solo dos en su punto más delgado. Mayoritariamente llana, se eleva en su pico más alto, La Mola, a 193 metros sobre el nivel del mar, donde espectaculares acantilados se precipitan hacia el azul infinito.

Durante siglos, la sal fue el sustento de la isla. Las antiguas salinas brillaban con un tono rosado bajo el sol y fueron la principal fuente de ingresos hasta 1985, cuando finalmente cesó la producción. Hoy en día, Formentera vive del turismo, pero aún se pueden ver rebaños de ovejas descansando bajo higueras, cuyas ramas se sostienen con vigas de madera al estilo tradicional.
Solo se puede llegar a la isla en ferry desde la ciudad de Ibiza, lo que lleva unos 30 minutos en ferry de alta velocidad. Este simple hecho es lo que hace que Formentera sea tan exclusiva: una joya escondida a solo un corto trayecto en barco.
La vida y la gente en Formentera
Solo unas 12 000 personas viven en Formentera durante todo el año, pero en verano esta cifra aumenta con la llegada de turistas de todo el mundo en busca de sol.
Sin embargo, incluso en pleno verano, en agosto, la isla nunca parece tan caótica como sus islas vecinas.
No hay grandes complejos turísticos, solo pequeños hoteles, fincas y casas de playa escondidas entre los pinos. El ritmo aquí es lento: las mañanas comienzan con el sonido de las olas, las tardes se pasan disfrutando de largos almuerzos y las puestas de sol parecen pequeñas ceremonias. Formentera es un lugar donde puedes desconectar, respirar hondo y redescubrir el simple placer de no hacer nada.
Playas y vida real en Formentera
Las playas son lo que hace famosa a esta isla. Son la razón por la que los viajeros se enamoran de Formentera y vuelven año tras año.
Ses Illetes, en el extremo norte, es el icono de la isla: una franja de arena blanca y fina rodeada por aguas turquesas poco profundas a ambos lados. A menudo incluida entre las playas más bonitas del mundo, es lo más parecido al Caribe que encontrarás en Europa. Justo al este se encuentra Platja Llevant, donde las dunas onduladas y las suaves olas atraen a quienes buscan paz y libertad natural. Más al sur, la larga y salvaje playa de Migjorn ofrece kilómetros de arena suave y calas rocosas, perfectas para caminar descalzo, parar a comer o ver cómo el sol se funde con el mar. Si prefieres la intimidad, Cala Saona te encantará con sus aguas tranquilas y cristalinas enmarcadas por acantilados rojos, mientras que Caló des Morts parece un secreto, una pequeña cala rocosa donde el tiempo desaparece. Elijas el lugar que elijas, la arena es fina, el agua increíblemente clara y el ambiente de pura serenidad.
Vive y disfruta del mar en Formentera
La magia de Formentera reside en sus aguas cristalinas. Bajo las olas, la isla esconde uno de los mundos submarinos más ricos en especies del Mediterráneo. El fondo marino está protegido por extensas praderas de Posidonia oceanica, una hierba marina tan importante que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Este bosque vivo mantiene el agua clara y alberga una increíble variedad de vida marina.
Si te gusta bucear, Formentera ofrece lugares inolvidables, desde La Mariana y El Arco hasta las cuevas de Punta Rasa. Lo más impresionante es el naufragio del Don Pedro, el más grande del Mediterráneo, que yace en el fondo del mar cerca de Ibiza con una longitud de 140 metros. Hoy en día es el hogar de barracudas, morenas y coloridos meros.
Los faros de Formentera
En el extremo sur de la isla se encuentra el faro de Cap de Barbaria, rodeado por un paisaje lunar de rocas planas y arbustos moldeados por el viento. El paseo hasta el final parece un viaje a otro mundo, y la puesta de sol aquí, de un naranja intenso que se desvanece en violeta, es pura magia. Cerca de allí, a través de un pequeño agujero en el suelo, se encuentra Sa Cova Foradada, una cueva escondida que se abre a un balcón natural sobre el mar.
Al este, en los acantilados de La Mola, el punto más alto de la isla, se alza otro icono: el Far de la Mola. Julio Verne describió este lugar como «el fin del mundo». Al estar aquí, con nada más que el cielo y el mar extendiéndose ante ti, comprenderás por qué. Y de vuelta cerca del puerto, el pequeño faro de La Savina da la bienvenida a todos los visitantes, la primera y última imagen de Formentera antes de adentrarse en mar abierto.
Pueblos encalados: el alma de la isla
Los pueblos de Formentera encarnan su tranquila elegancia: sencillos, encalados y atemporales. La capital de la isla, Sant Francesc Xavier, es su corazón palpitante. Con solo 3000 habitantes, sigue pareciendo un pueblo donde todos se conocen. Alrededor de la plaza principal hay encantadoras boutiques, mercados artesanales y cafeterías al aire libre a la sombra de las buganvillas. No te pierdas la iglesia local, que es a la vez fortaleza y santuario, y el ritmo diario de los lugareños charlando mientras toman un café.
La Savina, el puerto de entrada, cobra vida en verano con elegantes yates y relajados restaurantes en el puerto deportivo, perfectos para observar a la gente al atardecer. Cerca de allí, Es Pujols combina la vida playera con una animada vida nocturna: paseos por el paseo marítimo, aperitivos junto al mar y cenas tardías bajo las linternas. Más al este, Es Caló de Sant Agustí conserva la tradición pesquera de la isla con sus cobertizos de madera para barcos y sus sencillas tabernas junto al mar. Y en El Pilar de la Mola, en el punto más alto de la isla, un mercado artesanal semanal llena las calles de artesanía local, joyería hecha a mano y música.
Cada pueblo cuenta una historia diferente, pero todos están conectados por el mismo ritmo tranquilo.
Buenos restaurantes de Formentera
Para disfrutar de una comida especial junto al mar, la isla cuenta con numerosos lugares emblemáticos:
El Tiburón y Gecko Beach Club en la playa de Migjorn, perfectos para almorzar relajadamente con los pies en la arena.
La tranquila belleza de Formentera y la naturaleza
Lejos de las playas, Formentera revela una faceta diferente y más tranquila. Entre dunas, lagunas y salinas, la isla protege algunos de los espacios naturales más valiosos del Mediterráneo.
El Parque Natural de Ses Salines abarca más de 14 000 hectáreas entre Ibiza y Formentera, un mosaico de lagos poco profundos, antiguas salinas y tranquilos senderos donde a menudo se pueden avistar flamencos, garzas o aves marinas. La luz aquí es suave y dorada, especialmente al atardecer, cuando el sol se pone sobre las salinas.
En la costa sureste se encuentra la Reserva Marina de la Punta de Sa Creu, una reserva marina de aguas cristalinas que alberga delfines y tortugas marinas. Aquí se permite el buceo con tubo y merece la pena: a pocos metros bajo la superficie se pueden ver praderas marinas, peces de colores y el azul brillante que hace tan especial a Formentera. Si quieres bucear, necesitas un permiso, para proteger este frágil paraíso.
Estos lugares demuestran por qué Formentera es más que sol y playa: es un pedazo de Mediterráneo virgen, tranquilo y animado al mismo tiempo.
Las estaciones más bonitas de Formentera
Cada estación cambia el aspecto de la isla. En verano, especialmente en julio y agosto, rebosa de vida. Los ferris traen visitantes desde Ibiza, las playas están animadas y el mar brilla bajo la luz del sol. Quienes buscan paz y tranquilidad, es mejor que viajen en primavera u otoño: de abril a junio y en septiembre u octubre, la luz es más suave, el mar está lo suficientemente cálido para bañarse y la isla se siente tranquila y relajada.
En invierno, Formentera muestra una cara completamente diferente. Con temperaturas suaves en torno a los 16 °C y pocas lluvias, es ideal para practicar senderismo, ciclismo o equitación. Muchos restaurantes cierran durante esta época, pero en lugares como Sant Francesc o Es Pujols, la vida sigue siendo tranquila y auténtica, una isla solo para aquellos que realmente quieren llegar.
Como Formentera no tiene aeropuerto, solo se puede llegar por mar, y eso es precisamente lo que la hace tan atractiva. Los ferris de Ibiza a La Savina salen con regularidad y tardan entre 30 y 60 minutos, dependiendo de la conexión. Todo parece estar cerca en la isla: en bicicleta, patinete eléctrico o coche pequeño, se puede llegar a casi cualquier lugar en 20 minutos. Los senderos se entrecruzan a través de bosques de pinos, salinas y pequeñas calas por todas partes, perfectos para salir y dejar que el día pase sin prisas.
Si realmente quieres llegar, debes quedarte al menos cuatro o cinco días. Solo así podrás sentir el ritmo de la isla: el paso lento, el viento salado, la luz que lo baña todo con colores pastel.
El espíritu de Formentera
Formentera es más que un destino, es una sensación.
Por la mañana, el aire huele a sal y sol; al mediodía, el mar está tranquilo y claro; y por la noche, el cielo brilla como un infinito dosel de estrellas.
Aquí se olvida el tiempo, el ruido, la presión. Todo se vuelve más sencillo, más natural, más real. Formentera nos recuerda que, a veces, la felicidad solo necesita un rayo de sol, una copa de vino y el sonido de las olas.
Ven a las Islas Baleares y vive en Formentera.
Written by: Christian Wolf, CEO
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